URSA está presente en la rehabilitación de la Estación de Canfranc (Huesca), un edificio cargado de historia que cambia su uso edificatorio para convertirse en un hotel de lujo. Pero la profunda renovación a la que ha sido sometida no ha alterado ni un ápice su apariencia original.
Inaugurada por Alfonso XIII y el presidente de la República francesa, Gaston Doumergue en 1928, las compañías Midi Francés y Norte de España buscaban la comunicación por ferrocarril entre España y Francia aprovechando la línea que unía Huesca con Jaca. Con la excavación del túnel de Somport, finalizado en 1914, se conseguía que la línea llegase finalmente hasta Canfranc.
El edificio, diseñado por el ingeniero Fernando Ramírez de Dampierre, vivió su máximo esplendor en los años 40, coincidiendo con la II Guerra Mundial. La estación fue utilizada como paso estratégico, tanto por el bando alemán como por la resistencia francesa, que consiguieron ocultar y facilitar la huida a miles de judíos de toda Europa. El tráfico ferroviario internacional se suspendió en abril de 1970 después de la rotura del puente de L’Estanguet en el lado francés.
Para Ingennus, el estudio de arquitectos responsable de esta rehabilitación, una de las premisas principales era que las obras no alterasen la estética y diseño original de este edificio de algo más de 3.000 m2. Monica Tello, arquitecta técnica, coordinadora de Sostenibilidad en Ingennus y responsable de la Dirección de Ejecución de estas obras de rehabilitación explica que no tuvieron dificultad para mantener el aspecto original de la fachada porque “acometieron la envolvente por el interior, actuando en la hermeticidad y el aislamiento desde dentro del edificio. Solo el cambio de las 365 ventanas, por otras de mayores prestaciones obligó a que se replicase el formato existente”.
En el trabajo realizado por Tello, reconocido con un galardón en la Gala de la Edificación Aragonesa, la elección de un buen sistema de aislamiento fue fundamental. “El aislamiento en el edificio actúa como un abrigo protector que lo rodea completamente por el interior, cubierta, fachada y solera. Calculamos el espesor necesario para que el edificio no tuviese pérdidas de energía y el aporte necesario de instalaciones sea mucho menor que el que se necesitaría con menos aislamiento”, relata.
Para el aislamiento, los responsables del proyecto instalaron 26.000 m2 de URSA TERRA T18P, un panel aislante con altas prestaciones para proporcionar confort térmico y acústico. Además, se procedió a la instalación de 9.600 m2 de URSA TERRA Plus 32 T0003, cubiertos con otros tantos m2 de la de la membrana URSA SECO. Este sistema, formado por la lana aislante con una gran conductividad térmica y una membrana de polipropileno, garantiza la estanqueidad del inmueble al aire y al agua. Completa la instalación el sistema URSA TERRA Mur Plus de 5, 10 y 14 centímetros de espesor según las necesidades de aislamiento de cada una de las zonas.
La estanqueidad era muy importante, ya que la obra se ha proyectado siguiendo criterios Passivhaus en los que, según manifiesta la responsable de sostenibilidad del proyecto, se ha tenido en cuenta “la ventilación con recuperador de calor, la hermeticidad, el aislamiento, la carpintería de triple vidrio y la actuación en puentes térmicos. Todo ello lleva implícito una buena calidad del aire, un buen confort térmico y acústico con ausencia de corrientes de aire no deseadas. Igualmente se ha tenido en cuenta una correcta gestión de residuos y la utilización de materiales no perjudiciales para la salud”.
El proyecto incluye la puesta en marcha de una nueva estación de viajeros inaugurada en 2021, tras la apuesta del Gobierno de Aragón por recuperar la explanada de los Arañones en la que se ubica la estación internacional de Canfranc. Los responsables del proyecto esperan que la finalización de las obras del nuevo hotel se produzca en los próximos meses.