Crónica sobre la historia del frío y la climatización en España I por Gabriel Barceló Rico-Avello

Gabriel Barceló Rico-Avello

Socio fundador y socio de honor de Atecyr

Al iniciar una historia de la termotecnia, nuestra primera referencia debería ser el momento en el que el ser humano consigue el control del fuego y su mantenimiento, pero otros muchos hitos posteriores pueden ser referidos. No obstante nuestro relato se iniciara muchos siglos después, cuando tras estudios científicos, en el siglo XIX, se dispone ya de tecnologías de producción de frio y calor artificial.

El ser humano busco el abrigo o refugio en cuevas, y posteriormente introdujo el fuego para calentarse, y construyo su propia choza o vivienda, para resguardarse de las variaciones e inclemencias del clima. De esta forma, añadía a su sistema propio de termorregulación metabólica, un sistema añadido de termorregulación artificial para mitigar esos cambios ambientales.

En la historia de la humanidad, posiblemente, una de las primeras referencias tecnológicas es el dominio del fuego y su conservación controlada. También son primeros antecedentes tecnológicos el trabajo de la piedra, y la obtención de herramientas. Pero la capacidad de dominar y conservar el fuego, es una particularidad técnica que no compartimos con ningún otro ser vivo, pues sólo los humanos hemos sido capaces de hacer y mantener el fuego. Además, su trascendencia es indiscutible, pues nos permitió cambia nuestra dieta, modificar nuestra apariencia y desarrollar más el cerebro.

En España existen numerosos restos arqueológicos de fuegos controlados, existiendo una cierta confusión en cuanto a su datación, no siendo los más antiguos reconocidos los encontrados en Atapuerca. En otros muchos refugios y cuevas del levante español han sido encontrados también hogares, como en la Cueva negra de Murcia, en el yacimiento de Bolomor (Valencia), o en los yacimientos de Torralba y Ambrona, de Soria.

Arquitectura pasiva y calefacción
Con el tiempo, se fueron añadiendo técnicas arquitectónicas de diseño pasivo para mejorar las condiciones de confortabilidad. Sólo hemos podido sobrevivir, hasta los últimos siglos, en una reducida franja térmica de la esfera terrestre; pues una pequeña variación de pocos grados podría matarnos.

Nuevos hitos referenciales se fueron sucediendo en la historia del calor y del frío, como, El hipocausto romano, conocido en Castilla como Gloria, o sistema de calefacción por aire caliente, de las estancias y del calentamiento de aguas no termales.

Aunque ya era conocido por los griegos, lo perfeccionaron los romanos. Hacían el fuego en un horno que se situaba en una estancia y, conducían los humos por debajo del suelo de las habitaciones que se deseaban calentar. Se disponía así de un sistema de calefacción por suelo radiante, considerado hoy como uno de los más confortables.
Séneca (Córdoba 4 a. C.-65 d. C), también evoca estos procedimientos de calefacción que parecen actuales: El hombre que se guardó siempre del viento detrás de los vidrios, a quien calentaron los pies braseros de lumbre con frecuencia renovada, cuyos comedores templó la calefacción circulando por el pavimento y paredes. (Séneca, Lucio Anneo: Cuestiones naturales: De la Providencia).

De la misma época encontramos las termas romanas. Eran recintos destinados al baño. Se caracterizaban estas edificaciones por sus instalaciones de calefacción y calentamiento de agua. También disponemos de antecedentes de baños con agua caliente en los gimnasios griegos, desde finales del siglo V a. C., convirtiéndose en estancias independientes, destinadas exclusivamente al baño, utilizando las primeras, aguas termales naturales.
Los romanos fueron adoptando también estas costumbres de higiene personal y relajación, construyéndose locales públicos, llamadas thermae o therma, y en las villas privadas también se instalaban, y se denominaban: Balnea, Balmes o balneum. Plinio en su Historia Natural, las llama balneae pensiles, literalmente, baños colgantes, aunque también puede interpretarse como, piscina caliente.

Enfriamiento
En lo que se refiere a la generación de frío, disponemos también en nuestro país de referencias de gran interés, como son los botijos y las alcarrazas. Según el DRAE, la alcarraza es: Vasija de arcilla porosa y poco cocida, que tiene la propiedad de dejar rezumarse cierta porción de agua, cuya evaporación enfría la mayor cantidad del mismo líquido que queda dentro.

Son pues sistemas que permiten el enfriamiento del agua, mediante un sistema natural evaporativo. Precisamente, el primer botijo conocido en España proviene de un yacimiento arqueológico argárico, de Puntarrón Chico (Beniaján, Murcia), que se conserva en el Museo arqueológico de Murcia.

La cultura argárica es una manifestación arqueológica de la Edad del Bronce, con poblados y restos arqueológicos descubiertos en el sudeste de la península ibérica. Es una cultura con obras de cerámica y alfarería muy elaborada, de alta calidad, que han aparecido en un sorprendente buen estado. Esta cultura evolucionada se extendió desde Andalucía oriental, hasta el Levante español, en el tercer y segundo milenios antes de Cristo.

Eran poblaciones situadas en áreas de difícil acceso, incluso fortificadas, con casas de planta cuadrada, construidas con piedra y adobe, Son característicos sus enterramientos en tinajas o covachas, incluso soterradas en las propias viviendas. No obstante, hacia 1500 a. C., la sociedad argárica desapareció bruscamente, ¡aunque nos dejó sus restos arqueológicos y el botijo!

Uso del frío
La nieve, desde la antigüedad, era transportada y utilizada en otros lugares, para disponer de bajas temperaturas. Existen referencias del uso del hielo o la nieve en la antigua Mesopotamia, hacia el año 1700 a. C., con la construcción de una casa de hielo, a orillas del Éufrates.

En otras civilizaciones, como en China e India también la emplearon, en casas de hielo, para conservar alimentos como verduras y frutas. Desde entonces la humanidad ha utilizado el frío tanto para la conservación de los alimentos, como para su ingestión, tanto sea en sorbetes, helados o en sus copas, para mantener baja la temperatura de sus bebidas.
Los antiguos pueblos de Roma y Grecia también aplicaron técnicas térmicas, especialmente para enfriar bebidas o, incluso el vino. Autores clásicos como Jenofonte, Hipócrates, Aristóteles, Cayo Lucilio, Plinio, Marcial, Plutarco, Plinio el Joven, Galeno, Cayo Suetonio o Séneca, se refieren a este uso en sus obras.

El escritor e historiador romano Quinto Curcio Rufo,  y que vivió presumiblemente bajo el reinado del emperador Claudio, en el siglo I, en su biografía Historia de Alejandro Magno de Macedonia (356-323 a.C.), narra como en el año 328 a. C., aquel ordenaba:…romper la nieve endurecida de las montañas y glaciares haciéndola transportar por relevos de campaña, donde la almacena en unas zanjas o cuevas especiales capaces para este fin.

Según el escritor, naturalista y almirante romano Plinio (23– 79), el emperador Nerón (37- 68) inventó el cubo de hielo para enfriar los vinos. Los médicos ya prescribían la utilización del frío con fines medicinales.

En su Historia Natural Plinio se queja amargamente de que el afán por beber frío, y por conservar durante el verano la nieve de invierno, trastornaba los montes: haciendo pervertir la orden de naturaleza. Heliogábalo tenía una cueva donde guardaba la nieve que recogía en invierno para usarla en sus fiestas estivales, y Plinio el joven: en una de sus Epistolas, dize a un amigo suyo, que entre las otras cosas que le tiene aparejadas para comer, es mucha Nieve, para enfriar con ella lo que han de beber, (Libro que trata de la nieve, y de sus propiedades: y del modo que se ha de tener, en el bever enfriado con ella, y de los otros modos que ay de enfriar. Sevilla, Alonso Escrivano 1571), según nos trascribe el médico y autor español Nicolas Monardes (1508 —1588), al que nos referiremos más ampliamente en textos posteriores.

La primera referencia escrita que disponemos sobre el comercio del frio, nos la da un fraile llamado Niccolo da Poggibonsi que tras su peregrinación a Tierra Santa, en 1364 escribió el Libro d’oltramare: Damasco es una ciudad muy fría y la nieve dura en las montañas que la rodean hasta junio. En la primavera se transporta hasta la urbe en camellos y allí se vende. También la guardan en subterráneos y la consumen en sus bebidas.

En cuanto al comercio del hielo y de la nieve en España, existen múltiples fuentes y documentos, no obstante este comercio desaparece al final del siglo XIX, por razones de higiene, y ante la competencia del frio artificial.

En textos posteriores seguiremos narrando esta crónica sobre la historia de la termotecnia.

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